CaribeAndo

jueves, 10 de mayo de 2007

maría eugenia CASEIRO

Dicen que caribe es un adjetivo y caribeño un invento caribe.Esa es nuestra etiqueta, el cambio, el movimiento; nada es estático en estas islas bañadas con generosidad por el sol, el mar, el color y el sabor; sabor que ha merecido el adjetivo metamorfoseado y metamórfico caribeño. El Caribe es un universo reverberante de matices, calidez y movimiento; poblado de luz y especialmente de seres que no podían haber escogido mejor lugar para nacer y ser pregoneros de sus orígenes, para compartir los predios de este paraíso climático con todos los habitantes del planeta.

DESCARGA MATINAL A LO CUBANO

Graciano hablaba sin parar:
-Caramba, Pedro, esto no es vida, no me negarás que en nuestro tiempo las cosas eran diferentes. ¡Chico!, no me mires con esa cara de yo no fui, que tú sabes bien como son las cosas. Mira la chiflada de mi nieta, se pasa la vida contando las calorías que le entran y le salen del cuerpo como si fueran cuenta bancaria en donde es mejor perder el peso que ganarlo. ¿Y qué me dices de Juanito?, con tanto estruendo, bum bum y reguetón1, que cualquier día hay que internarlo en el manicomio, o por lo menos, recogerlo del suelo con pinzas, con el esqueleto hecho leña y los ojos en blanco.
Yo te digo una cosa, Pedro, yo con todo lo viejo que estoy no me cambio por ninguno de éstos. En mis tiempos (me acuerdo y todavía se me pone la carne de gallina), cuando un hombre bailaba con una mujer, bailaba con una mujer, y no había nada de brincos y saltos que le despetroncaran2 a uno los mondongos, chico. Hay que verlos como se ñanguetean3 todos que parece que tienen el mal de sambito. Y eso son los buenos, los tranquilitos, porque hay otros que, como le dicen aquí, le meten al perico;4 ya tú sabes, le dan a la droga en la misma costura… y ahí si que se le complica la existencia a la familia, viejo.
Yo no sé que va a ser del mundo si las cosas siguen por este camino, Pedro. ¿Tú no has visto que cada día hay más delincuencia? Oye, chico, si no hay más que ver los tatuajes esos que ya no les cabe uno más en el cuerpo, y todavía no han aprendido ni a limpiarse el fondillo, chico. Y por si fuera poco, todos llenos de areticos y de gangarrias; se los enganchan en donde quiera, en el ombligo y hasta en la lengua. Yo no sé cómo pueden comer, mi hermano, con esos perdigones en la lengua. ¡Ah! y las chiquillas no se quedan atrás; las hay que entran en todo, ¿oíste? Yo en esa si que no transo, ¡qué va! Si alguno de mis nietos se me aparece con un tatuaje…, mira, chico, déjame no decirte un disparate, porque lo que me viene a la mente es cogerlo por el pescuezo y estrangularlo.
¿Qué te parece, mi hermano?, ¡hum! La culpa la tiene el puñetero tiempo; hoy día no hay tiempo para nada, no hay tiempo ni pa’ cagar con gusto, como dice Bartolo. Si hasta pienso que el platanar se le ha quedado vacío. Ya con eso te lo digo todo. ¿Cómo rayo va a haber tiempo para educar a los hijos?... Entonces tú ves que los padres se despetroncan y largan la tira del pellejo trabajando para eso mismo, para que los muchachos tengan un futuro. Claro, porque sin el billete, que dicho sea de paso, cada día está más perdido, no hay nada, compadre, nada, ¿me oíste, cara de momia? Naaada con mayúscula, y ná’ en buen cubano. Como te decía, silencioso, la familia se va a pique, ¿y la juventud?, pa’ casa’el carajo.
Yo la paso como puedo, no me meto con nadie pero tampoco dejo que me sopapeen, le tiro un cabo a la hija y luego me pongo a ver mi televisión, fumándome mi tabaquito y tomándome mi cafecito. ¡Ah!, eso sí, me como mis pastelitos de guayaba, y de vez en cuando me tomo mi cervecita, y también me echo mi trozo de carne de puerco, porque con eso no le hago daño a nadie, ¿lo oíste?... Que se vaya al diablo el colesterol, porque mi hija no tiene tiempo para nada entre tanto puñetero trabajo; ni de ir conmigo al doctor. ¡Jaaaa!, de eso la libro yo. No es por nada, viejo, pero así, no le digo lo que no me conviene. ¿Qué te parece, silencioso? Uno tiene que tener su truquito porque si no, ya tú sabes. Su mentirita boba de vez en cuando no cae mal -se persigna- porque, ¡la pobre!, no, no, no, si uno le fuera a contar todas las miserias de uno a los hijos, tú lo sabes mejor que nadie, Pedro, ¡qué va, viejo! Ella la pobre se la pasa largando el soyate5 en la factoría de mierda esa que… ¡Ńooo!, tengo unas ganas que… mira, mejor ni lo digo. Es que a uno le da roña que los hijos pasen tanto trabajo, y total, para nada; la cosa es joderse la semana entera en la puñetera factoría y luego el domingo a trabajar como una mula en la casa y a servirle de criada a toda la partida de come catibía esa que se le juntan a pegar la gorra y le dan a la lengua como trastornados.
Chico, yo te voy a decir una cosa: a mí, que me quiten lo bailao. Yo sí que aproveché mi juventud y tenía las mujeres como me daba la gana. Bueno, después llegó la madre de ésta, y ya tú sabes, me metió en cintura. No te digo que no me di mis buenas escapadas pero, con la vieja ya era más corto el brinco. Luego la cosa en el terruño se puso mala y hubo que salir echando. Por cierto, Pedro, que mirándolo bien los muchachos no hacen nada malo con eso del bum bum y la brincadera, ¿sabes?, ni tampoco con lo de las calorías. Mira, viejo…
-¡Abueloooo!
-Ay, chico, me asustaste….
-Tú no pierdes la costumbre de hablar solo. Apúrate, que ya va a pasar el camión de la basura y no sacaste el tanque. Luego mami protesta. Yo me voy volando que voy a llegar tarde al colegio - dice alejándose Juanito ya con los audífonos puestos.
-Bueno, Pedro, tú sabes como es eso, la juventud manda. Oye Pedro, chico, yo te digo a ti una cosa, si yo tengo que pasarme esta juventud que se está viviendo ahora, mira chico, hago lo mismo que tú -se persigna de nuevo-, ¿oíste? Bueno tú si que estás jodío, viejo, pero chico, esa es la vida, no me lo tomes a mal y perdona, compadre, pero es la pura verdad, tú sabes cual es el dicho: al que le tocó, le tocó. Yo paso, hermano. A mí todavía me andan buscando, y Dios quiera que se demoren en encontrarme. ¿Quién te va a hacer cuento a ti que ya te cogió la de palo?
Graciano se persignó una vez más, guardó el retrato de Pedro en la cajita y salió del cuarto hablando solo.
(Cuento Primer Premio Artesanías Literarias 2007)

pedro GRANADOS

Hallarme en Santo Domingo

Hallarme en Santo Domingo es estar dentro de mi inconsciente. Ya te lo dije, besé sus nalgas hasta los tiernos pelos. Una corbata michi es aquella espléndida mujer. Una ola enorme ceñida asombrosamente por la cintura. Responde al nombre de Miledy. Te dije que era negra como una yegua negra y, ambas, harto sensibles de los muslos también. Y quemante, que hacía arder el lecho. E insaciable, de un centenar de polvos por noche. Polvo en las cóncavas palmas, en los bien tallados oídos, hasta en los breves y como hipnotizados pies. Mole de carne y de amor de negra esclava, es mi Miledy. La reina de Hato Mayor.
Continuamos, pues, con la República Dominicana; mejor dicho, seguimos ya para siempre muy dentro de ella. Quizá esto merezca una explicación, una argumentación que de algún modo --nada enfático-- nos oriente. Nacidos en el Perú, de padres andinos, limeños de primera generación y habitantes de un barrio popular en la capital donde el morenaje constituía lo minoritario, lo "otro" e, intuíamos desde niños, lo prohibido; es lógico imaginarse, pues, lo felices que nos sentimos ahora rodeados de morenas, de sabrosísimas negras, más bien, como el trébol bienhechor --y de una sola hoja-- que es mi Miledy.

MAR RETINTO
UNO

El sudor
le gana al poema.
La alcantarilla
a mi voz.
Una irregularidad, apenas.
Un terrón de azúcar desconcertado
ante tantísimo eco.
Así el niño que vende,
y la muchacha que compro
ni con palabras
ni con besos.
Poesía de cara a la desconcertante
habilidad de unas serranas
de uñas multicolores
y engominados labios.
El sudor
puede más que la sed.
Porque aquél es secreto y el anhelo
sólo puede mover montañas.
Poco a poco
corto trocitos
que añado a mi licuadora.
A la noche de Santo Domingo
es preciso palanquearla con un fierro
antes de asirla y cortarla bien.
Noche densa y aceitosa que resbala
--como por un embudo--
hacia las nalgas de mi ocasional muchacha.
Muchísimo más negras que su propia cara.

DOS
Una muchacha negra
va uniendo los cabos
de lo desconocido.
En veinte uñas
--y conectado a ella—
yo más bien soy su instrumento.
Una bocina por donde escapa
un nudo de ruidos
monocordes y muy antiguos.


TRES
La noche no depende de ti.
Esta noche, este cuello de botella
que compulsivamente atraviesas,
para nada depende de ti.
El semen tuyo, agua furtiva
que te asemeja a un arroyo
o a una chispa inocente,
en realidad no te pertenece.
Te has perdido en la noche
--como en el juego de los niños--
y no has vuelto ni han vuelto a encontrarte.
Sólo recuerdas el manso viento de la gente.
Sólo recuerdas el brillo de aquellos ojos:
una luz resbalando resignada
frente a tu puerta.
Todas las anécdotas al respecto
se reducen a esto.
Todo lo que has vivido también.
Una calle modesta y muy mal iluminada
y compulsivamente atravesada. Y la noche.

CUATRO
Al paso. No te apures.
Hasta el hoyo del papel
o de aquella india
de perfil tan moreno.
¿Qué es lo que se mueve
por ahí? Más ná.
Montao, y qué.
Con oro, y qué.
Como dice Chicho Severino
en su tan conocida bachata.
Hay problemas. Al poema
lo defendemos con un par de botellas rotas,
salvo si nos vienen con piedras.
Entonces, nos vamos.
Me llamas para atrás. Cónchole.
Ante la curva de la piedra
prefiero la de tu vestido.
Y encaramado como un mango
tu tan sinuoso paso espero.
¡Bendito palo!